¡TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO…!
Paz y bien. En la solemnidad de nuestro Dios, Santísima Trinidad, les comparto mi mensaje: ¡ TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO… !
La biblia expresa la revelación de Dios a nosotros, en distintas épocas, y la forma como las personas han ido comprendiéndolo. Ha sido una revelación progresiva, porque nosotros nunca podemos alcanzar toda su realidad transcendente. Ya en el éxodo (34,4-9), en el Sinaí, se encuentra con Moisés y se manifiesta como Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad, dispuesto a acompañar al pueblo, aun siendo pecador; y lo ha tomado como su heredad. Moisés acoge, en adoración, esa revelación y continúa la misión de Dios guiando al pueblo. Con el cantico de Daniel reconocemos: ¡Bendito seas Señor, a ti gloria y alabanza por los siglos!
La revelación de Dios, Padre, tiene su culmen en Jesucristo, su Hijo amado, y en el envío de su Espíritu. Nuestro Dios es Trinidad. Así comprendemos claramente su designio de amor y salvación, puesto que ha entregado a su Hijo, no para condenar, sino para salvar, para que tengamos Vida eterna. Es creyendo en Él, por la fe, como acogemos este regalo, único camino de salvación. La condenación no está excluida, pero no es la misión de Jesús, resulta de la ceguera humana que nos margina de su gracia (Juan 3,16-18).
De la realidad Trinitaria de Dios, de la gracia de Cristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, brota la fraternidad humana. A cada una de las tres divinas Personas atribuye Pablo (2 Corintios 13,11-13) una función básica en la vida de la comunidad. Así, los rasgos de la comunidad cristiana son la alegría y el ánimo, tener un mismo sentir y vivir en paz, saludarse con el beso santo, expresión de una intensa fraternidad, trabajar por su perfección teniendo, en medio, al Dios Amor.
Al escuchar opiniones sobre Dios, me convenzo, en muchas de ellas, de que no lo conocen en realidad. Son expresiones más bien de experiencias previas de la persona, a veces de fuertes heridas que llevan a distorsionar la imagen de Dios, e incluso la de los demás y del mismo que las emite. Lo que en realidad niegan son falsas imágenes de dios, no al Dios auténtico al que, conociéndolo de verdad, no se puede más que amarlo. Examinemos también qué estamos haciendo los creyentes para reflejar al Dios auténtico y para acompañar pedagógicamente a los alejados, para que lleguen a conocerlo…
Nuestro Dios es AMOR, es Comunidad de Personas, unidas en un Misterio de Amor. Misterio, porque es algo inalcanzable, nos transciende. Pero algo tan entrañable como el Amor, nuestra vocación más íntima como imagen del mismo Dios. Misterio de Comunión que fundamenta y sostiene nuestra fraternidad humana. Unidad en la diversidad, que suscita aceptación, aún con nuestras diferencias, reconciliación incluso en las rupturas… Genera comunión en aquellos que lo acogen, en la Iglesia, en el mundo… La mejor imagen de Dios es la familia. Su designio es integrarnos, con Él, en una gran familia.
El Amor se proyecta en una Misión de Amar. Nuestro Dios tiene designios de Salvación, de hacernos partícipes de su misma Vida divina. Designios de instaurar su Reinado entre nosotros, plasmando todo desde su Amor, transformando las realidades de mal que causan muerte, para abrirnos a una dinámica de bien que genera vida. Conduciendo todo, nuestra Casa Común, hacia la plenitud que ha soñado, siempre con nuestra colaboración al entrar en su órbita amorosa. Porque ¡tanto nos ha amado y nos ama Dios!
Oramos en esta semana, especialmente, por la unidad de todas las denominaciones cristianas, atendiendo al llamado del Señor: Que todos sean uno… También por los docentes y alumnos de Educación Religiosa, junto a sus familias, que ha celebrado en estos días su semana conmemorativa y por las víctimas del abuso. El Señor les bendiga junto a sus familias.